Fiesta rojiblanca con reparto de puntos final

Con la fiesta organizada en la grada, únicamente faltó llevarse un mayor pedazo del pastel. La Mareona desembarcó en Lugo tras más de un año sin viajar masivamente junto a su equipo. Rápido se hizo notar en un Anxo Carro que se convertía en un pequeño Molinón. Más aun cuando el Sporting dominaba y llegaba con peligro a la portería lucense. En una sensación que se repite con el paso de las jornadas, el Sporting volvía a pecar de falta de pegada. José Gragera y
Bogdan se encontraron con el meta rival para desesperación de una afición que poco más disfrutó del dominio de los suyos.

Con el primer acercamiento del Lugo, el Sporting se echó atrás. Lo aprovechó el cuadro de Rubén Albés, bien armado y con peligro en las bandas. Por los costados, Chris Ramos desesperaba a Bogdan, incapaz de frenar las entradas del peligroso extremo lucense. Antes del descanso, el Lugo, con el dominio bajo control, incordiaba la portería de Mariño, obligando al portero gallego a intervenir con una dosis de fortuna. La misma que no tendría tras el paso por la caseta al descanso.

Un balón en largo, precedido de una pérdida de Marc Valiente, terminó en el área asturiana. Bogdan no llegó, Mariño no acertó y Chris Ramos no perdonó. Regalo imperdonable que ponía el plan de cara a Rubén Albés. Incluso lo llegó a rondar más todavía con un disparo de Chris Ramos quien, de falta directa, estrelló el balón en el larguero. Debía reaccionar desde el banco Gallego y lo hizo. Movió el árbol en busca de frutos, los cuales tardaron en madurar. Con la entrada de Gaspar y Pablo García, el Sporting ganó un banda por la que acercarse a la portería rival. Cosas del destino, el gol vino por la otra.

Como si estuviera escrito en el guion del partido, uno de los causantes del gol local fue el encargado de firmar las tablas. Una buena combinación entre Pedro y Fran (la mejor pareja de hecho que encuentra el Sporting a la hora de crear juego) terminó con el valenciano dejando el balón en ventaja a Bogdan. El ucraniano, errático al inicio de la segunda parte, colocó el balón en la escuadra con la dureza de un delantero nato para llevar el delirio a la parroquia asturiana.

De ahí a final, fue el Sporting el que quiso romper el hermanamiento con más fuerzas. Con más corazón con cabeza, trato de llevarse los tres puntos de vuelta para Gijón. No pudo ser y el Sporting sumó dos puntos. Uno clasificatorio por el empate y otro simbólico por el regreso de La Mareona.