Mi mayor orgullo

El entrenador Julio Llanos, actualmente al frente del banquillo del San Martín, estrena su espacio en Killer Asturias haciendo un recorrido desde su infancia hasta el día de hoy

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Julio LLanos Mi mayor orgullo
Lun, 29/11/2021 - 20:48

Iba al colegio caminando, unos 800 metros de trayecto. El  cabás a la espalda, así llamaba mi abuela a la mochila donde metíamos los libros, pantalones de pana con rodilleras y una bolsa de plástico de Supermercados Calyfres. Desconozco si aún existen, eso sí recuerdo que allí compraba un hueso de cañada y perejil para los garbanzos de mi abuela, ¡qué ricos! Jamas oí o vi a nadie más comprar esos huesos, espero no haberlo soñado.

¿Y qué llevaba dentro de la bolsa Calyfres? Una pelota, el salvoconducto al éxito social en la EGB de los años 80. Cada paso era un chut, siempre con la derecha, la zurda para apoyar. Llevarla metida en la bolsa te aseguraba el éxito, siempre iba y volvía lista para el siguiente golpeo. Por eso, a las 08.45 horas, por mi cabeza no había rastro de reglas de tres, de revoluciones industriales o de procesos de fotosíntesis. Nada de eso, más bien estiradas de Arconada o Camuel, regates de Zico o goles (pocos) de Salamanca o Herbera en el vetusto Tartiere. 

"Solo piensas en la pelota", me decía Don Silverio, uno de aquellos profesores exigentes a los que con el paso de los años valoras más. Y tenía razón. Un cumpleaños me regalaron un balón de reglamento, así la llamábamos, y juraría haberle hablado, mimarlo dándole grasa y alguna noche caer rendido junto a él compartiendo almohada y amanecer.

Estrenar ese balón suponía jugar con Diego en la Bombonera o recibir un pase de Lopez Ufarte en Atocha, pero, ya de vuelta en casa, arañazo por aquí, cuero roído por allá y algún descosido amenazando una desgracia mayor. Así, la pelota envejecía pero tenía el mismo valor, un sueño o ilusión constante. 

Todo era muy bonito hasta que llegó la madurez y con ella las SAD. Los descensos administrativos, el dopaje de nuestros ídolos, compras de partidos y otras vergüenzas que tanto daño hacen a lo que queda de aquel fútbol que nos enganchó irremediablemente de por vida.

"Yo me equivoqué y pagué", dijo el futbolista más grande de todos los tiempos poco antes de pagar su propia vida. Y, sí, soy Maradoniano aunque nunca fui a sus iglesias. El '10' me hizo ser como soy o soñar muchas veces ser como él mientras jugaba en la plaza de la Gesta o en mis equipos mozos. No me importa lo que hizo con su vida, me importa lo que hizo con la mía. 

Pd: Este texto es para mi abuelo que un 6 de febrero de 1978 me llevo a la calle Santa Cruz y me regaló una forma de vivir que me acompañará siempre. Hoy soy el socio 474 y es mi mayor orgullo. Gracias por ser mi papá y por estar siempre junto a mí. Intentaré hacerlo bien con tu bisnieto Mateo.