Suspenso en los tiempos

La gestión en la destitución de Abelardo y la demora en el acuerdo con el nuevo entrenador fueron demasiados obstáculos 

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Miguel Ángel Ramírez
Miguel Ángel Ramírez y David Guerra, en la presentación del primero.
Jue, 19/01/2023 - 09:15

La gestión del Sporting de Gijón y la del Grupo Orlegi han marcado el contexto con el que la plantilla rojiblanca ha afrontado los octavos de final de la Copa del Rey. Los tiempos no fueron los adecuados, el vestuario trató de asumir un estado de tensión que no esperaba, mientras que Miguel Ángel Ramírez quiso cambiar demasiadas cosas tras solo una hora y media de trabajo sobre el terreno de juego. 

Pocos jugadores o directamente ninguno esperaban la destitución de Abelardo estos días. Y eso que la plantilla era consciente de que el crédito del entrenador se estaba acabando por los malos resultados. En ese sentido, tampoco ayudaban las diferencias con el Grupo Orlegi y las primeras discrepancias con algún miembro del vestuario. Motivos que mermaban la tasa de confianza de los gestores en el técnico, pero que tampoco la dejaban a punto de liquidación.

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Miguel Ángel Ramírez

 
Sin embargo, la imagen de la derrota en Santander precipitó la decisión más drástica. No fue una destitución inmediata, sino que fue meditada durante la madrugada y comunicada poco antes de que diera comienzo el entrenamiento del domingo. Al margen de las formas, atendiendo solo a lo deportivo, se pudo haber hecho mejor. El club canceló su entrenamiento en el verde, trabajó en el gimnasio y los jugadores se fueron a su casa esperando noticias y la confirmación del horario de la sesión del lunes. 

Fue en ese momento cuando se activaron las negociaciones. Fueron varios los candidatos, también las conversaciones, y Miguel Ángel Ramírez fue finalmente el elegido. El acuerdo, eso sí, se demoró en exceso. Tanto que el club mantuvo el horario del entrenamiento del lunes, manteniendo el trabajo matinal y renunciando a la sesión de tarde por si llegaba el nuevo entrenador. Así, en esa tarde-noche de domingo la entidad asturiana asumió otro riesgo. Miguel Ángel Ramírez solo iba a tener un entrenamiento para preparar los octavos de final ante el Valencia. Los jugadores se entrenaron el lunes durante apenas  60 minutos y lo hicieron dirigidos por un cuerpo técnico interino que no tenía trascendencia alguna en la preparación del encuentro fijado 48 horas después. 

Incluso, la ansiedad fue mayor después y a pesar de que el entrenador ya se encontraba en Asturias. La redacción del contrato, entre modificaciones de uno y otro, se alargó demasiado. Tanto que al final del lunes las dos partes hicieron la foto 'oficiosa' de la firma, aunque a la espera del intercambio con el contrato definitivo. Ya el martes, por fin, el club hizo oficial el nombramiento pasadas las 9 de la mañana. Un rato después Miguel Ángel Ramírez saltó al campo número 1 de Mareo para dirigir su primera jornada de trabajo y única antes de la cita contra el Valencia. 

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Miguel Ángel Ramírez

 
Unos plazos, tan justos y atropellados, que minimizaron aún más las posibilidades de sorprender al conjunto che. Tomada la decisión de la salida de Abelardo, el nuevo entrenador podría haber dirigido el domingo por la tarde o, en su defecto, al menos el lunes por la mañana o tarde. No fue así, solo tuvo una hora y media el martes. "Es la primera vez que me pasa que venga un nuevo entrenador 24 horas antes de un partido", resumió Gio Zarfino al término del encuentro ante el Valencia.

En otros casos, en otras entidades, puede suceder que un entrenador interino, dentro de la estructura del club, sirva para salir del paso mientras aterriza el nuevo técnico. Una posibilidad que la entidad asturiana descartó, optando por acelerar la integración de Miguel Ángel Ramírez y a pesar de la lentitud en cerrar las negociaciones. Lo importante es la Liga, eso está claro, pero el estreno de esta nueva etapa no ha podido ser más desesperanzador. El de 'MAR', quien es poco o nada responsable de lo sucedido, es el peor estreno de un entrenador del Sporting de Gijón desde, como mínimo, 1921. Y la derrota más contundente en Copa desde 1988.