Un cuarto de siglo después: El Oviedo vuelve al Pizjuán
La visita del domingo conecta al club con una de las salvaciones más intensas de su historia, marcada por rivalidades, necesidad y un contexto irrepetible
Sevilla FC
El Real Oviedo visitará este domingo el Ramón Sánchez-Pizjuán, un estadio que no pisa en partido de Primera desde hace más de 25 años. Aquel desplazamiento pertenece ya a otra etapa del fútbol español: otro ritmo, otra presión y otro entorno competitivo. Sin embargo, aquella fecha sigue teniendo significado, no tanto por el marcador, sino por el escenario que la rodeó y por lo que acabó simbolizando para varios equipos de la categoría.
La última aparición azul en Nervión coincidió con un Sevilla sin capacidad de maniobra y con un Oviedo que necesitaba puntos para asegurar su continuidad en la élite. Pero la tarde estuvo condicionada por un elemento externo: el Betis se jugaba el descenso y una victoria oviedista dejaba a los verdiblancos al borde del precipicio. Esa situación convirtió el ambiente en algo poco habitual: el sevillismo veía con buenos ojos que el conjunto azul ganara, siempre que ello perjudicara al eterno adversario de la ciudad. Fue un escenario singular, que retrató hasta qué punto el fútbol estaba -y sigue estando- moldeado por la rivalidad.
El conjunto carbayón, dirigido por Luis Aragonés, afrontaba el tramo final de Liga como un ejercicio de resistencia. La puesta en escena en el Pizjuán fue firme y orientada a minimizar riesgos: concentración alta, ritmo decidido y una lectura precisa del momento. El Sevilla, por su parte, transitaba una temporada que había desgastado su confianza y que lo había situado en un escenario emocional complejo, condicionado también por el clima en la ciudad ante la situación del Betis.
El triunfo azul en Sevilla, con la grada local animando a los oviedistas, formó parte de una secuencia más amplia que acabaría siendo decisiva. Tras aquel encuentro llegaron el empate agónico ante el Atlético -con una parada icónica de Esteban a Hasselbaink- y la victoria en Vallecas con goles de Dubovsky e Iván Ania, que permitió cerrar la permanencia antes del último partido en el viejo Tartiere. Lo que entonces parecía un simple sprint final acabó convirtiéndose, visto con perspectiva, en la última gran muestra de estabilidad antes de un periodo muy duro que desembocaría en el descenso de la temporada siguiente.
Regresar ahora al Pizjuán no implica revivir aquella tarde ni buscar paralelismos. Lo que sí permite la visita es medir el camino recorrido: un cuarto de siglo después, el equipo vuelve al escenario donde cerró una salvación compleja y donde el fútbol, las rivalidades y los intereses cruzados dibujaron una de las páginas más llamativas de aquella Liga.