Ajuste de expectativas

El periodista asturiano Heri Frade, una de las voces más conocidas en Tiempo de Juegoabre su espacio en Killer Asturias con una reflexión acerca del Real Oviedo

Imagen
Heri Frade
Lun, 29/11/2021 - 18:31

Téngase en cuenta que escribo y escribiré esta columna, mientras no me apeen de esta nueva aventura de Killer Asturias, con sentimiento oviedista, a la vez con el rigor periodístico que se nos ha de suponer a los profesionales, pero a 455 kilómetros del “Carlos Tartiere”.

¿Qué quiero advertir con esto? Pues que por muchas llamadas que haga, por mucha mensajería instantánea que intercambie, por muchos buceos que haga en las cada vez más cenagosas redes sociales, mi percepción sobre el universo “Real Oviedo” puede resultar distorsionada o diametralmente equivocada porque, al no estar físicamente allí, me falta piel, ese yoquesé que te da el contacto directo, y eso es mucho. En realidad, en el Fútbol lo es casi todo.

Con independencia de lo que vaya haciendo el equipo cada fin de semana, que suele ser empatar, el oviedismo que virtualmente me rodea vive instalado en una especie de frustración continua que le bloquea la capacidad de disfrutar de muchas de aquellas pequeñas cosas que se había prometido valorar mucho más cuando volviera de los barrizales.

Según los psicólogos, la generación de expectativas es la causante de las frustraciones, pero las expectativas son inherentes al ser humano, un pensamiento reflejo e irrefrenable. Depende de nosotros desarrollar la capacidad de ajustarlas debidamente a la realidad para que sean alcanzables porque, de lo contrario, depresión al canto.

Lo primero que debemos asumir es que somos un equipo de Segunda División que viene de salvar la categoría, y gracias, durante las dos últimas temporadas. Que sí, que somos un club con una historia y una trayectoria y Lángara y Herrerita y que lo mismo la Guerra nos privó de un título, pero hoy de Segunda, como en su día lo fuimos de 2a B y de Tercera. La historia se honra y se transmite, con sus aciertos y sus errores (como va a hacer muy bien el consejo recién creado al efecto), pero no juega.

Competimos en una categoría igualadísima y larga como las obras de la Variante en la que, salvo los recién descendidos y el Almería, que parece disponer de un pozo de dinero sin fondo, son como dice mi querido Guasch, todos japoneses. Son los detalles los que te diferencian de los demás en cada partido ¡de 42! y me parecería vivir en la inopia lanzar la mente más allá de los 50 puntos que suelen asegurar la permanencia. Háganse y cuando se tengan, ya veremos.

Asumir esto no conculca ni nuestro derecho a soñar ni nuestra obligación, incluso, de fiscalizar lo que pasa en el club. En lo del verde, sinceramente, yo veo el vaso medio lleno y sigo pensando que la plantilla encierra más calidad que la de la campaña pasada y que Ziganda es un guía deportivo válido para alcanzar ese primer objetivo real a partir de la idea de club que tiene la propiedad que, nos guste más o menos, es la que pita: fuerzas vivas (cantera) y oportunidades de mercado.

Las fuerzas vivas con Borja Sánchez, Jimmy, Viti Rozada y Lucas Ahijado asoman, ya sí, con cuajo, no como en el verano de “Michu” como director deportivo donde, seguramente por falta de margen salarial, se tiraron chavales a volar sin saber si tenían alas. Y las oportunidades de mercado pues llegaron como suelen, sobre la campana, y eso obliga a acoplar las piezas ya en plena Liga, con puntos en juego, y no en pretemporada, cuando el resultado no importa casi nada. Y en ese proceso creo que aún estamos.

De lo de alrededor, noto especial preocupación por la escasa afluencia de público a los partidos de casa. Es llamativo, por supuesto, y es nuestro deber como aficionados plantearnos y plantearle al consejo por qué sucede esto, ya que el vacío beneficia al rival y genera pérdidas económicas, las de los asientos que no se ocupan y las de los puntos negativos que va poniendo LaLiga a quien no cubre el 75% de ese aforo que sirve de decorado en la tele, porque no parecen querer al aficionado para otra cosa que como atrezo de su superproducción.

Podría ser que nuestra expectativa al respecto sea exagerada, pero si es así, que lo expliquen con números, con informes comparativos con otros clubes (incluidas las tarifas) y con detalles de, por ejemplo, cuántos abonados son de Asturias y cuántos de fuera (que seguramente serán muchos y, lógicamente, disponen de un asiento que casi nunca se ocupa) y la ajustamos.

Ese es para mí el gran error, todavía con solución, achacable a la dirigencia en la actualidad, la falta de canales de llegada y comunicación con el oviedista raso. Todos sabemos perfectamente lo que es una SAD y que el Real Oviedo lo es, pero no se debe olvidar tampoco que si esta entidad aspira a ser centenaria es porque ha estado muchos años funcionando en la práctica como club de fútbol popular, con una afición que, más que participar de juntas de accionistas y suscribir acciones, que lo hizo, se organizó en torno a unos líderes para tirar de todo y garantizar así la mera supervivencia. De ese espíritu parece quedar entre poco o nada y la terrible sensación de que sólo se le volverá a invocar cuando la situación económica o deportiva, Dios no lo quiera, vuelva a ser límite.

Mis expectativas en torno a Arturo Elías y su equipo de trabajo en Oviedo son altas, pero creo que ajustadas teniendo en cuenta lo ya demostrado hasta ahora. Porque si esi muertu ta muy vivu (sic Miguel Fernandi) es porque se salvó no uno, sino varios match ball, incluso alguno del que ni nos habremos enterado, y agradecidos debemos estar, pero esto del Fútbol, como la vida, es un no parar y la común unión se antoja básica para la calidad del ambiente, el de trabajo diario y el que respiran los futbolistas cuando juegan.

El oviedista necesita piel con quien toma las decisiones. Saber que, aunque con un océano de por medio, está, sabe, entiende y escucha. Conocer de su voz o de su puño y letra cuáles son sus expectativas para las diferentes áreas del club. Y ya qué sano sería que se entablase un debate, aunque fuera a través de un órgano consultivo, que sirviera para equipararlas a las de una afición que aprendió tanto cuando tuvo que ser dirigente que, seguro, puede aportar muy buenas ideas.