El Puto Amo

Muy ligado a la actualidad y oportuno por el debate en la calle, el periodista Heri Frade escribe acerca de la portería del Real Oviedo. También lo hace, y de qué forma tan descriptiva, sobre la figura del portero

Imagen
Hier Frade Puto Amo
Mar, 14/12/2021 - 18:28

La de portero es la única posición vocacional que tiene el Fútbol. Todas las demás pueden ser torneadas en función de cómo va uno creciendo y desarrollándose en todos los sentidos: el físico y más literal, el técnico, el táctico... Pero tú eres portero porque quisiste ser portero.

A todos nos tocó un día ponernos por accidente, por eliminación o porque éramos los nuevos o los más pequeños del patio, pero cuando tú lo empezaste a hacer sin presiones ni turnos, como elección propia, por disfrute o como modo de vida deportiva, te hiciste portero y decidiste asumir todo lo que conlleva esa demarcación que convierte tu área para ti en una especie de aguas internacionales del Fútbol.

Ahí, eres casi intocable, el único que puede desviar, palmear, atajar, blocar (aceptado por la RAE en su diccionario) o atizarle un puñetazo al balón con la mano a cualquier altura. No es que te sientas, es que debes sentirte el puto amo. Porque sólo si tú te lo crees, podrás conseguir lo más importante, que es que lo crean los demás, tus compañeros y tus rivales.

Midas lo que midas, los primeros te han de ver crecido y seguro. Los otros, enorme e infranqueable. Porque si los equipos son un entretejido de vasos comunicantes de confianza, el tuyo es el más grande, por tanto, el más pesado, y casi que hasta quema. Igual también por eso llevas guantes en las manos.

Te digan lo que te digan, leas lo que leas, oigas lo que oigas, incluso cuando piensan que tú no estás oyendo, no, no eres igual que los demás. Para empezar, eres el antagonista del gran objetivo de tu deporte, el gol. Para seguir, ocupas la única demarcación que puedes ocupar, que además es la única reglamentada, la de portero.

Hay jugadores polivalentes, doble pivote, trivote, doble lateral, tres centrales, tres mediapuntas, dos delanteros... pero sólo hay y habrá un portero. Eso te lleva a otra circunstancia especial, el rol que soportas de inicio dentro de la planificación deportiva, porque las plantillas se suelen construir pensando en que un portero será titular y otro suplente. Luego eso puede dar muchas vueltas, pero es así y si te dicen que vais a empezar los dos la temporada con las mismas oportunidades, has de saber que te están mintiendo.

Cuando sales a jugar, lo haces porque el míster ha decidido depositar entre tus guantes ese enorme vaso comunicante de confianza, no sólo la suya, la de todo el grupo. Porque eso, como el miedo y los nervios, se notan, casi se huele. Lo hará por tu trayectoria, por tus actuaciones y tras de una semana trabajando codo con codo con unos técnicos específicos (que también darán su opinión) y con quien más desea tu puesto, un compañero-rival que luego será el que se trague el sapo de ayudarte a calentar antes del partido que él quisiera jugar.

A pesar de ese punto de “crecido”, casi de “creído” que has de exhibir en tu zona de trabajo, estás tan expuesto que ese vaso se te caerá, como se le cae el suyo al lateral derecho, al interior izquierdo y al delantero, pero tus errores individuales acaban reflejados en el marcador del contrario en un porcentaje exageradamente alto y sabes mejor que nadie lo que eso significa cuando sucede. Ánimos por fuera, mierda por dentro, miradas que se giran y se caen, la primera la tuya mientras tu mente se va de flashback: el patio, los entrenamientos, la confianza del míster y los compañeros, el “rival” del banquillo, por qué he fallado, ¡por qué a mí!...

Normalizar el error del portero sería un ejercicio tan humano y necesario como imposible y al aficionado nadie se lo puede exigir porque nadie ha dado nunca el primer paso para hacerlo desde dentro del propio Fútbol, que tiene sus códigos y su manera de ser producto de un siglo y medio de barro, prado y cuero.

Los guardametas conviven con el fallo, pero no lo toleran, y hacen bien, eso se llama profesionalidad. Los técnicos, que toman decisiones bastante más cortoplacistas en todo el campo en función de estados físicos y de forma, prácticamente siempre optan por mantener al portero que falla, tanto en el partido como en el siguiente compromiso, porque, una de tres: o es su apuesta, o no le quieren sacrificar de cara al vestuario y la opinión pública o creen firmemente que el remplazo, cambiar los roles, comportaría un riesgo mayor.

En el caso del Real Oviedo de hoy, Femenías, un portero que te puede gustar más o menos pero que es muy de la categoría, que no responde para nada ni a los cánones físicos ni a los de juego con los pies (que a mí me sobra más allá de lo que no sea realizar un despeje orientado con las dos piernas) del porterazo moderno, es, sin vuelta de hoja, la apuesta de Ziganda.

El domingo, tras la pifia, en la sala de prensa de “Zorrilla”, introduciendo hábilmente en la sentencia la figura de Borja Bastón, habitual héroe que ayer marró un penalti y del que nadie hubiera dicho ni pío si en vez de uno hubieran sido tres, le tildó de regular y constante.

Es evidente, por tanto, y más sin Copa, que Tomeu, con más experiencia, más cercano al arquero-robot de este siglo, que partió con rol de suplente, entre otros motivos, porque llegó una semana antes del arranque de LaLiga y que en el bochorno de Andratx estuvo igual que los demás, mal, tendrá que esperar a que le llegue una segunda oportunidad brindada por la naturaleza o las sanciones; porque “Cuco” se la quiera dar y comprobar, así, que su apuesta está bien hecha y es justa (como en su día hizo con Brazao, al que le dio dos partidos en los que encajó cinco goles y nunca más se supo); o, la que resultaría más extraña, porque el de Larraintzar revoque su confianza en Femenías porque sienta, a su vez, que ha perdido la del grupo.