Lo que pase será lo más justo

Heri Frade analiza en Killer Asturias la última jornada de LaLiga SmartBank. Reconoce cierto escepticismo, no es muy optimista, pero desea estar hablando la próxima semana de las eliminatorias por el ascenso. 

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Heri Frade
Vie, 27/05/2022 - 10:15

El Real Oviedo llega a la jornada final en una situación relativamente similar a la ya vivida en tres ocasiones desde su vuelta al fútbol profesional: para jugar el playoff necesitará ganar y esperar a que otro tropiece.

No depender de sí mismo en la última fecha para lo que sea, pero sobre todo para mantener la categoría, que es el verdadero drama, suele ser mal negocio, pero como era de esperar, el sábado estábamos fuera; el domingo, virtualmente fuera; el lunes, clamando por la profesionalidad de la plantilla del Sporting; el martes, diciéndoles a los del Burgos lo majos que son y lo asturianos u oviedistas que son algunos de sus jugadores; el miércoles y jueves compramos entradas a mansalva y al precio de saldo que ha colocado el club; el viernes los jugadores más reconocibles saldrán en un vídeo convenciéndonos de que ¡Sí se puede!; el sábado, si no lo hemos hecho ya, nos pondremos el escudo del Burgos en el perfil de Twitter, además de convertir en TT un par de hastags motivadores; y el domingo iremos al “Tartiere” convencidos de que si ganamos, nos clasificaremos.

Tengo que reconocer que la vida en general y mi relación tortuosa y cruel con el Fútbol en particular me ha ido convirtiendo en un escéptico, descreído y exageradamente pesimista. Creo firmemente que el Oviedo lo tiene en chino, que lo perdió en casa contra Zaragoza y no en Las Palmas, que ha llegado “muerto” después del apretón que le metió quinto, algo que también suele suceder en esta categoría, y que lo único exigible ahora, que no será fácil porque el “Tartiere” lleno engorila rivales (bien lo sabemos) y a nadie le gusta que le descorchen sidra en la cara, es ganar al Ibiza para no quedarnos con cara de gilipollas si el Girona o la Unión Deportiva pierden.

Ahora es inevitable llorar por lo que no supiste atacar o defender, no acordarse de aquel punto que te dejaste allí o de esos dos de allá... Lo de mi güela y la bicicleta, vamos. Pero no nos engañemos, pase lo que pase será lo más justo. Cuarenta y dos jornadas son muchas y suficientes para evaluar a veintidós equipos como eso, como equipos, con todo lo que esa bella palabra comporta en el terreno de juego y fuera de él, en las buenas y sobremanera en las malas, que es cuando se gana esa vitola de verdad, “equipo”. Alguna fecha ha de ser la última y sólo se puede sumar o no sumar lo que está por venir.

Entiendo perfectamente que la mayoría de la afición del Sporting quiera que su equipo no eche cables al eterno rival. Podemos hablar de asturianía, paisanaje o lo que quieras, pero a día de hoy, (y yo, que soy del 79, no he conocido otra cosa) la realidad es otra. Eso sí, marrón al canto para los profesionales que dirige Abelardo que para serlo y parecerlo tendrán que intentar hacer su trabajo ante un oponente que lo más normal es que les gane porque es mejor, está mejor y, encima, se va a jugar el objetivo de la temporada. Y como aderezo, un estadio que, por lo que se barrunta, primero estará vacío y luego animando al revés o directamente desanimando.

El único rayo de optimismo que ha roto mi ceniza oscuridad vino del papel de los equipos que no se jugaban nada en la última fecha de Primera, véase, sobre todo, el Espanyol en Granada, aunque el Granada, como Cádiz y Mallorca, también lo tuvo en su mano, pero de los nervios no supo cerrarla, personificándose la mayor de las desgracias en un futbolista extraordinario y referente de muchas cosas, todas buenas, como Jorge Molina. Una crueldad muy del estilo de la que el oviedismo está demasiado acostumbrado a experimentar en sus carnes.

Ojalá que no me asista la razón, que se demuestre una vez más que no tengo ni repajolera idea y que el lunes me vea aquí pensando en un nuevo artículo sobre las eliminatorias por el ascenso. Y si, lamentablemente, la acabo teniendo, será momento de reflexionar acerca de todo, pero empezando por la imperdonable filtración de informaciones, por inoportuna (y sólo por inoportuna porque los hay a paladas e igual de capacitados o más), acerca de la marcha del director deportivo. Porque si la discreción y el manejo de los tiempos son asignaturas troncales para acreditar el título de buen dirigente deportivo, tanto Rubén Reyes y Ángel Torres, por ansias, como los del Oviedo, por no verla venir una vez más, las han suspendido pero bien.