Aarón Escandell, cuatro porterías a cero y un patrón que se repite
El guardameta solo necesitó 16 paradas en los últimos cuatro empates sin goles en casa, reflejo de una mejora defensiva colectiva
La Liga
Las estadísticas de Aarón Escandell permiten entender con mayor profundidad uno de los cambios más visibles del Real Oviedo en las últimas semanas: la manera en la que el equipo está defendiendo su propia área en el Carlos Tartiere. No se trata solo de resultados -cuatro partidos consecutivos como local sin encajar gol-, sino de cómo se han construido esos empates a cero, con un portero menos exigido que en otros tramos de la temporada, pero igualmente determinante cuando ha sido requerido.
En esos últimos cuatro encuentros en casa, Escandell ha sumado 16 paradas: cinco ante Osasuna, cuatro frente al Rayo Vallecano, cinco contra el Mallorca y apenas dos ante el Celta de Vigo. Una cifra que contrasta con el volumen global del curso, donde el guardameta valenciano acumula 84 paradas, con una media cercana a cinco intervenciones por partido. La lectura es clara: el Oviedo concede menos y, por tanto, obliga menos a su portero a sostener al equipo desde la emergencia.
Especialmente significativo fue el último empate ante el Celta, donde Escandell apenas tuvo que intervenir en dos ocasiones, síntoma de un encuentro más controlado en campo propio. En otros partidos anteriores, el Oviedo había sobrevivido gracias a su guardameta; ahora empieza a hacerlo también desde la estructura defensiva, con menos situaciones de riesgo dentro del área y una mejor protección de la frontal.
El descenso en el número de intervenciones no resta mérito a Escandell, sino que refuerza su papel dentro del colectivo. Cuando el equipo ha necesitado una mano salvadora, la ha encontrado; cuando no, ha sabido vivir en una noche más tranquila. En ese equilibrio se explica que el Oviedo haya alcanzado ya cinco partidos con la portería a cero, una cifra que, aunque todavía insuficiente para cambiar la dinámica clasificatoria, sí marca una base desde la que construir.
En un contexto de máxima tensión ambiental y deportiva, el Tartiere se ha convertido, al menos defensivamente, en un refugio. Y buena parte de esa fiabilidad pasa por un Escandell que sigue sumando paradas -aunque ahora menos- y por un equipo que empieza a conceder menos espacios. La clave, a partir de aquí, será comprobar si esa solidez puede sostenerse lejos de casa y, sobre todo, si el Oviedo es capaz de acompañarla de mayor producción ofensiva. Sin eso, el muro seguirá en pie, pero el avance seguirá siendo limitado.