La afición del Real Oviedo también responde en las malas
El Carlos Tartiere registra la segunda mejor entrada de la temporada y aguantan todo el partido sin silbar a su propio equipo pese al juego desplegado
Acudir al Carlos Tartiere esta temporada es un ejercicio de voluntad. El juego desplegado por los azules no invita a grandes tardes y noches de pasión y los resultados así lo demuestran. De hecho, el Real Oviedo no ha ganado ninguno de los dos últimos cuatro partidos que se han disputado en el feudo azul.
Pese a todo, e incentivado por una promoción que ha funcionado con éxito, más de 15.000 espectadores se dieron cita para presenciar un encuentro que apenas tuvo ocasiones. En concreto, hubo 15.588 espectadores y, aunque el público apuró la entrada, las gradas presentaron un buen aspecto con el partido empezado.
Poco antes del inicio del encuentro, el Carlos Tartiere comenzó a hacer ruido para recordar a Pelayo Novo. Su nombre fue coreado antes del minuto de silencio. También durante el homenaje que se hizo sobre el césped a su familia. Y tras un minuto de silencio sin música clásica de fondo que erizaba la piel, la grada volvió a recordar al jugador. En el minuto 6, coincidiendo con su dorsal, la hinchada volvió a recordarle.
En lo estrictamente deportivo, no había duda de que la grada estaba con el equipo. Desde los primeros compases, los cánticos de aliento acompañaban el juego. Como suele ser habitual, la grada de animación llevaba la voz cantante y, cuando los asturianos se aproximaban al área, era seguida por la tribuna.
Durante el inicio de la segunda mitad, el Carlos Tartiere lo siguió intentando. Cada vez que los locales daban tres pases seguidos, la grada trataba de ser el jugador número 12. Sin embargo, el ímpetu se acabó convirtiendo en indiferencia. Cuando Cervera modificó el dibujo táctico y el Real Oviedo se quedó con Borja Bastón como referencia ofensiva, los azules apenas volvieron a pisar el área rival. Esto provocó que la gente se comenzara a resignar. De hecho, en algún momento se llegó a impacientar y se generó cierto runrún que fue tapado con aplausos mayoritarios.
En los instantes finales, el silencio se apoderó del estadio ya que el respetable palpaba la impotencia de un equipo que tiene unas limitaciones en la parcela ofensiva alarmantes. Con el pitido final, hubo algún tímido silbido, pero la mayoría de la afición optó por la indiferencia. Tal fue así que cuando los jugadores se fueron al centro del campo a aplaudir al público en señal de agradecimiento, apenas había espectadores en el estadio. Un día más en el que, como suele ser habitual, la afición estuvo a un nivel muy superior al del equipo.