Apagón en La Romareda

Con la inclusión obligada del Puma en el once, saltó el Sporting a La Romareda en una tarde ventosa. El inicio del partido fue, para el espectador neutral, un espectáculo. Intercambio de golpes a un ritmo trepidante en el que ninguno encontró el camino del gol. Más cerca estuvo el Zaragoza, que hizo trabajar en exceso a Mariño en los primeros compases. En el otro área, Bogdan buscó repetir la jugada del Anxo Carro, pero su disparo, tras recibir de Villalba, no quiso ver puerta. Tampoco el disparo del Puma, activo en los primeros lances, que se fue más cerca que lejos del palo. Serían los instantes en los que el Sporting estaría más cómodo en Zaragoza. Efímero.

El Zaragoza comenzó a crecer y el Sporting a amedrentarse. Como viene pasando en las últimas jornadas, el equipo que más daño hace al Sporting es el propio Sporting. Nuevo fallo en cadena y por detrás en el marcador. Juan Berrocal erró en el control, Gragera pecó de permisivo y Mariño concedió el gol por su palo. La gloria para Borja Sainz, pero el demérito fue rojiblanco.

Sin síntoma de reacción, el Sporting volvió a ofrecer una de esas caras que parecían olvidadas en el segundo tiempo. Sin pegada, sin carácter, sin opciones. Christian Álvarez, portero del Zaragoza, fue un mero espectador del encuentro sin que nadie le obligara a mancharse la camiseta. No lo logró el Sporting, que volvió a caer víctima de sus errores. Una línea mal tirada por Bogdan terminó con Nano Mesa batiendo a Mariño. La revisión del VAR corroboró el error rojiblanco, borrando de un plumazo cualquier atisbo de volver con algo positivo de Aragón.

Agitó el árbol Gallego, sin frutos. La entrada de Berto y Nacho Méndez no cambió el rumbo ya perdido del partido. En un estadio en el que los locales no habían logrado ganar, el Sporting fue la primera víctima. De forma individual lo intentó el Sporting hasta el final, olvidándose de lo colectivo y desterrando cualquier opción de puntuar en la ciudad del viento. Cierto es que el Sporting no puede cambiar la dirección del soplido. Pero sí puede recolocar sus velas para llegar a mejor puerto. Y eso es tarea del timonel Gallego.