Bochorno absoluto en El Toralín

No va más. El Sporting cayó como no se puede caer. Rozó el ridículo el cuadro gijonés en el Toralín y sobrecargó su mochila con más dudas con las que llegaba a tierras leones. Tres goles antes del descanso con errores defensivos de bulto traspapelaron a un Gallego que cambió el dibujo en busca de una reacción que nunca llegó. Nacho Méndez dio alas tras el descanso, pero el propio Sporting se las volvió a cortar a sí mismo. Orgullo herido y cantos de sirena con dirección al técnico del Sporting. 

Con varios cromos nuevos, salió el Sporting al frío Bierzo. Una linea con tres centrales en defensa y un centro del campo con Asturias al poder. Hasta siete jugadores con maduración en Mareo salieron en la foto inicial del partido. Una instantánea que rápido se desenfocó. Una pérdida de Nacho Méndez en el medio terminó en un ataque feroz del cuadro de Bolo. Balón a la espalda de Borja, pase al interior del área y, sin oposición alguna, Sergi Enrich echó la primera palada de tierra. Todavía quedarían otras dos antes del descanso. 

Intentó reaccionar el Sporting, pero de manera inocente. Las internadas de Pablo García y Guille Rosas intentaron aportar luz, pero la noche era oscura. Se demostró en la jugada del segundo. En un saque de banda, nuevo balón a la espalda de la defensa y Yuri no tuvo piedad. Tampoco la tendría el equipo berciano cinco minutos después. Una pérdida infantil con el equipo volcado en ataque derivó en una contra que solo pudo seguir Guille. Dos jugadores contra Mariño, que volvía a recoger el balón de su portería por tercera vez en poco más de media hora. Caras largas y ambiente funesto en el camino a vestuarios. 

La reacción fue tan inmediata como efervescente. Despertó Nacho Méndez a la Mareona desplazada a Ponferrada con un buen gol a los tres minutos de la segunda parte. Las aspiraciones de hacer algo heroico se quedaron en eso, en aspiraciones. Una falta que parecía inexistente terminó en el cuarto gol berciano. Con la colaboración inestimable de la defensa del Sporting, que observó pasivamente la internada de tres jugadores al remate, Copete cabeceó a la escuadra y hundió cualquier atisbo de limpiar la imagen rojiblanca. Ridículo consumado.  

Una media hora para olvidar cerró el encuentro. Incluso el quinto berciano estuvo más cerca que el segundo rojiblanco. Diego Mariño evitó la manita con una intervención meritoria, pero nada se puede salvar de este Sporting. Tocado y quizás hundido, David Gallego vivió el final del partido con resignación. Brazos en jarra, incredulidad y sensación de abatimiento. Derrota por cuarta jornada consecutiva y las voces que piden cambios en dirección al banquillo cada vez suenan con más fuerza. Motivos no les faltan.